Sunday, October 18, 2009

Mariposas mishíguenes

Justamente ocurre de repente, que la vida se disfraza de colores
y envuelta en magia, se rompen las copas, se resetea la rutina
y se escapa a volar el piloto automático desparramado en el viento,
como frágil grulla de origami, para embestir de lleno en la alegría.

Es, entonces, cuando el alma disfrazada de Big Bang, explota en mil y una sensaciones,
latiendo sutilmente sin tiempo y sin espacio;
y de golpe -como boomerang loco- devuelve el espejo una imagen de uno mismo
pero siendo en otro...y siendo, a la vez, más "uno mismo" que nunca...

Felizmente, se trata de un momento cualquiera, perdido en el tiempo,
que transformándose en alquímico sortilegio, eclipsa -y conquista-
toda la inmensidad y anatomía de un mero instante,
tornándolo tan salvaje como sagrado.

Fácil resulta, pues, ratificar
que la vida es la más grande oportunidad de dar.
Cuando la tierra boca abajo y el cielo boca arriba
son, acaso, una y la misma cosa.

Razón por la cual, el sístole y diástole no son más que el metrónomo del cuore,
que susurra los compases del arrebatado aletear de una bandada de mariposas mishíguenes,
acunadas en las carcajadas que reverberan y contornean -como guirnaldas colgadas del éter-
tu ausencia nunca antes presentida.

El viento porteño de esta pseudo primavera furtiva
habrá de llevarte mi nombre enredado en las reminiscencias
de unas tenues "caricias - cosquillas" de brisa cósmica
que aún me queman en la punta de los dedos.

Y yo sonrío sola, porque hoy la vida tiene sentido.

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